15 de novembre del 2008

Los fines y los medios

En un dramático Editorial titulado 'La hora del automóvil', decía ayer día 20, La Vanguardia:
"EL sector del automóvil, como industria de cabecera en España, de la que dependen millares de empresas y centenares de miles de empleos, necesita una intensa ayuda pública, limitada en el tiempo, para hacer frente a la recesión, para frenar la actual sangría de puestos de trabajo que afecta a toda la economía y para sentar las bases de su imprescindible reconversión tecnológica.
Así lo entienden grandes países industriales como Estados Unidos y Alemania. Y así debe entenderlo el Gobierno, ya que el sector del automóvil es el primer motor industrial del país."
Y después de extenderse en diversas consideraciones sobre el fallido Plan Vive y demás medidas a tomar termina, en tono más dramático si cabe:

"Todos los grandes países desarrollados defienden su industria del automóvil, ya que es un pilar de toda economía por su capacidad de creación de puestos de trabajo. Hemos dicho, y lo volvemos a repetir, que asegurar el futuro de este sector en España es una auténtica cuestión de Estado."
El día antes El Periódico había editorializado sobre el mismo tema: 'Rescatar al sector del automóvil'. en parecidos términos. También sabemos por diversos medios que el President Montilla viajará al Japón para hablar con los máximos dirigentes de Nissan con vistas a parar o mitigar el expediente de empleo de la fábrica de Barcelona. Por no hablar de la amenaza de quiebra de los tres gigantes del sector, con base en Detroit a cuyo rescate parece que deberá acudir el Gobierno Federal de los EE.UU.

La incidencia del sector en la economía mundial es de tal magnitud que nadie osaría poner reparos a la necesidad de que los gobiernos acudan al rescate de las empresas automovilísticas. No sólo se trata de los puestos de trabajo directos: la industria auxiliar de componentes, los distribuidores, la de los transformados metálicos, las de plásticos y materiales sintéticos, la siderometalúrgica, etc., etc. Y sin embargo, ¿nos hemos parado a pensar en el fin y los medios? ¿Sería una catástrofe en si misma que disminuyera el volumen de automóviles que llegan al mercado? El sentido común nos dice que no; para nadie suele ser un gran trastorno alargar, pongamos un año, la vida útil del automóvil o incluso, si me apuran, prescindir parcialmente del uso del mismo.

La pregunta, entonces, surge inaplazable: ¿fabricamos (y compramos) automóviles, porque son un medio de desplazamiento o por los puestos de trabajo que genera su industria? Está claro que, si el abastecimiento del mercado de automóviles, al ritmo acostumbrado, no es una necesidad perentoria, la razón principal y urgente por la que se fabrican automóviles es por los puestos de trabajo que requiere su fabricación y toda la industria subsidiaria. Por lo tanto, ¿no están los fines y los medios trastocados? Seguramente alguien estará tentado de decir que nos encontramos en circunstancias excepcionales ante las que pierden vigencia los planteamientos que serían lógicos en circunstancias normales. No es el caso; veamos que escribía Galbraith en 1996, sin ninguna crisis a la vista:

"En la economía moderna es un hecho algo extravagante que la producción sea ahora más necesaria por el empleo que proporciona que por los bienes y servicios de que abastece"
En parecidos términos se expresa Ramon Folch en 1998, tampoco bajo circunstancias económicas excepcionales (negritas mías):
"A juzgar por las reiteradas manifestaciones de la mayoría de los administradores y políticos del viejo orden, el crecimiento es el principal objetivo de la actividad económica. De modo que andamos con el único objeto de seguir andando? Decepcionante."
La metáfora no es nueva: vamos en una bicicleta, no sabemos hacia donde, pero no podemos dejar de pedalear porque si lo hacemos, nos caemos. Y cual es la receta: hay que ser más competitivos, hay que trabajar más y jubilarse más tarde. Es decir, hay que pedalear más, y más deprisa, no para ir a ningún sitio, sino con el único fin de mantener el equilibrio.

7 de novembre del 2008

El día después: empezando de nuevo


¿Han oído hablar de la revista Dissent ? O, mejor dicho, ¿han oído hablar de la izquierda americana? Bueno, pues haberla, "hayla", si más no en el plano intelectual -no sé si también en el político- y esta revista es uno de sus canales de expresión. El artículo que incluyo está escrito en un tono distinto de cualquiera que puedan leer habitualmente en el mundo anglosajón, e incluso, diría yo, muy poco común fuera de él con excepciones, quizá, del estilo de Le Monde Diplomatique. Me ha parecido tan singular que me he tomado el atrevimiento de traducirlo al castellano. (Con todo, recomiendo a quien pueda que lo lea en versión original; he hecho lo que he podido pero no me hago responsable de los estropicios que haya podido causar a las ideas del autor).

De entrada me ha llamado fuertemente la atención la idea que el autor expone en el primer párrafo: no es lo mismo una candidatura carismática que un movimiento social. Y la prueba del algodón de la diferencia: una candidatura carismática no habría sobrevivido a una derrota. La otra idea que me ha impactado es la de que, como a Roosevelt -otro centrista- la recesión le empujara a ser "un presidente más radical de lo que en realidad quiere ser". No es difícil rastrear las raíces dialéctico-marxistas que subyacen a esta idea: "no es la conciencia de los hombres la que determina la realidad social, sino la realidad social la que determina su consciencia" (Karl Marx). Por si quedara alguna duda , en fin, sobre el sólido izquierdismo de Walzer, termina el artículo apelando a la movilización popular e intelectual sin cuya ayuda, nos dice, Obama no podrá ganar las difíciles batallas a las que deberá enfrentarse.

El día después: empezando de nuevo
Michael Walzer (online) - Noviembre 5, 2008

Ahora necesitamos saber qué clase de presidente será. Siguiendo los escrutinios con mi mujer, mi hija menor y mis nietos en un apartamento de Greenwich Village, suspiré con alivio cuando quedó claro que Obama había ganado. Por las grandes esperanzas despertadas por su candidatura y por la sensación de desolación y desmoralización que hubieran seguido a su derrota. A pesar de que el estilo de organización comunitaria de la campaña pueda haber sugerido a mucha gente que estábamos asistiendo al nacimiento de un movimiento social, sospecho que lo que en realidad hemos visto es algo muy distinto: una candidatura carismática cuyo carisma no habría sobrevivido una derrota electoral. ¿Como digerirá la victoria?

Cuando Obama empiece a gobernar el carisma no será suficiente; necesitará el apoyo de las bases electorales movilizadas y organizadas. Podemos por tanto ver el desarrollo de movimientos políticos, como vimos en la década de 1930 y 60, no durante sino después de la campaña electoral. Obama necesitará la movilización política más allá del aparato: en la lucha por un sistema de salud pública, por un sistema fiscal más igualitario (o para ser realistas, menos regresivo), y para nuevas políticas en energía, educación, inmigración y comercio internacional. Uno de los primeros tests de su presidencia será su disposición y habilidad para estimular un movimiento político que no dependa del carisma de un hombre, sino que esté basado en un programa coherente para el cambio social.

Será, pienso (y espero), un presidente más radical de lo que en realidad quiere ser. Él ha partido, sagazmente, desde el centro; ha hecho un buen discurso contra el amargo partidismo de los políticos de Washington en estos últimos ocho años; aspira a unir una nación dividida racialmente. Pero la creciente recesión, le empujará (como empujó a Roosevelt, otro centrista) a adoptar políticas que encontrarán la oposición feroz de la derecha.

Incluso su propuesta de atención sanitaria encontrará fiera oposición, a pesar del hecho de que queda muy por debajo de un sistema de cobertura universal -recuérdese la batalla perdida por la propuesta de los Clinton, diseñada para llegar a un compromiso con las compañías aseguradoras (pero estas no estaban por la labor). Quizá los debates de política se desarrollarán en un plano más elevado con el Presidente Obama de lo que lo han sido con el Presidente Bush, pero no nos veremos libres de partidismos.

Habrá batallas difíciles, que Obama tendrá que librar y ganar, y en esas batallas necesitaremos la ayuda de los ciudadanos comprometidos. Un partido Demócrata revitalizado sería una gran ayuda; como lo serían unos sindicatos fuertes, capaces una vez más de organizar grandes cantidades de trabajadores; como lo sería un renovado movimiento por los derechos civiles y, a pesar (o por causa de) la derrota de Hillary, un revitalizado feminismo. Y aquí, en Dissent, tenemos también un papel qué jugar. En estos momentos potencialmente “transformadores”, los grupos vigorosos de la izquierda, con espíritu alto y nuevas ideas, pueden marcar la diferencia. La victoria de Obama es extremadamente importante, pero hay una oportunidad que no podemos dejar escapar.

Michael Walzer es co-editor de Dissent