6 d’abril del 2008
El Vía Crucis de los políticos
Dice Josep Mª Vallés, en su reciente libro "Una agenda imperfecta: amb Maragall i el projecte de canvi", sobre la relación entre políticos y periodistas, que, a pesar de que hay una cierta desconfianza mutua, la proximidad entre unos y otros ha terminado por configurar una clase "politicomediática" como resultado de la una simbiosis surgida de la confluencia de intereses.
Estando de acuerdo con el retrato de Vallès, hay, a mi parecer, en esta simbiosis, un factor añadido de asimetría (que no hace, sino, el símil más realista puesto que las relaciones simbióticas nunca son simétricas): como ocurre en la clásica pareja de payasos de circo, Augusto, el payaso tonto, recibe todos los golpes, mientras Clown, el payaso listo, se atribuye todos los méritos. Así, veremos al tertuliano o líder de opinión, Clown, que pontifica sobre casi todo sin entender de casi nada, ridiculizar al político Augusto, por torpe, inepto o timorato (cuando no por deshonesto o cosas peores) mientras que el político se guardará muy mucho de rebelarse contras la tiranía del lenguaraz. Solo en casos excepcionales, y apartados ya de la política activa -cuando pueden permitírselo por tener una carrera civil, como es el caso de profesor Vallès- pueden los (ex)políticos opinar con cierta independencia. No voy a erigirme en defensor de los políticos, de los que he sido crítico en muchas ocasiones, pero me parece injusta la impunidad con la que periodistas -que manejan el medio- crucifican a los políticos, con razón o sin ella, y con la mirada puesta sólo en los índices de audiencia.
He puesto la foto de Carod con la corona de espinas, en el momento de ser fotografiado por Maragall, porque me parece paradigmática del caso. Esa imagen, que a mí me pareció simpática porque les humanizaba y les mostraba con un sentido del humor y de la ironía nada desdeñables en un país enfermo de transcendentalismo, fue utilizada de forma encarnizada y oportunista contra ambos. Pues bien, ahora, de nuevo, una anécdota absolutamente menor -la invocación a la Virgen de Montserrat por parte del conseller Baltasar en favor de la lluvia, desde su reconocido agnosticismo- ha sido utilizada por docenas de medios escritos y audiovisuales para, desde la ironía, hasta la burla, pasando por la crítica y hasta la ternura, cebarse sobre el buen hombre. Entiéndaseme bien, no estoy exculpando a Baltasar de una serie de errores políticamente garrafales: empezando por admitir que se aparcó el tema del trasvase desde el Segre por estar en campaña electoral, continuando por el intento de disfrazar el nombre con eufemismos y acabando por negar lo que primero había afirmado. Pero, como en el caso de Maragall y Carod, me parece que quienes utilizan la anécdota -para mí, simpática, soy así de raro- para hacer escarnio del político, están actuando de forma carroñera.
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Brian: Hay un doble rasero, un rastrero doble rasero, a la hora de medir las acciones de unos u otros políticos, hay unos que siempre llevarán las de perder, aquellos que carecen de cobertura mediática, aquellos que carecen de posibilidad de interaccionar lamentablemente las posibilidades de defensa frente a estos ataques son nulas, no sirve de consuelo ni poner la otra mejilla.
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