Soy asiduo lector (casi diría admirador) de Josep Ramoneda, pero me temo que ayer no estuvo muy afortunado al referirse al testamento vital. Dice Ramoneda: "el testamento vital no me parece un argumento definitivo si el enfermo no está en condiciones de ratificarlo". ¡Pero hombre!, don Josep, ¿para qué querría el enfermo, el testamento vital, si estuviera en condiciones de ratificarlo?.
El tema es enormemente complejo, incluso si lo circunscribimos a los círculos sociales anclados en la tradición laica de preeminencia a las libertades personales. Entre otras cosas, aparte de las legales, porque son relativamente muy pocos los casos en los que concurren las circunstancias que permiten interpretar, con razonable certeza, cual hubiera sido la voluntad del enfermo. Pero si estoy en el caso de haber expresado de forma inequívoca mi voluntad de que no se alargue innecesariamente mi vida de forma artificial -y yo lo estoy- bajo ningún concepto le admito a nadie el derecho a reinterpretar aquella, mi voluntad.
24 de març del 2005
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